Pigmalión, rey de Chipre ansiaba una mujer muy bella para casarse, pero sus expectativas eran tan elevadas que no la llegó a encontrar. Decepcionado tras esta búsqueda, declinó la posibilidad de desposarse y dedicó sus siguientes años a esculpir figuras femeninas. Una de ellas, Galatea, le pareció tan hermosa que terminó enamorándose de ella. Afrodita, consciente de ello, de la dedicación puesta en la creación de tal belleza, dio vida a la estatua, a quien Pigmalión pudo querer todos los días de su vida. Había cumplido su sueño.
El efecto Pigmalión, muy empleado en psicología, revela cómo las expectativas puestas en un individuo pueden condicionar su esfuerzo y rendimiento futuros. Esto sucede especialmente en términos sociales, en la escuela o la familia, donde mensajes conformistas o negativos llevan a los individuos a asumir sus debilidades o, viceversa, a creer en su potencial y trabajar más duramente en la búsqueda de un objetivo. La traducción del mito es que Galatea fue tan bella porque su escultor la imaginó así antes de darle forma, antes de darle vida.
En HoopsNet lo tenemos claro. Aceptamos y creemos en los mensajes que recomiendan a los jugadores adquirir una formación, hacerse con una cultura y un bagaje amplio que les permita desarrollarse profesionalmente en ámbitos ajenos al deporte de la canasta, por supuesto, pero huimos de los discursos derrotistas de los agoreros que, probablemente educados en el pesimismo y la ausencia de expectativas, esperan lo mismo, es decir, muy poco, de sus hijos, alumnos o deportistas.
Temer la frustración asociada al no cumplimiento de un objetivo o meta vital es concederle a esta un estatus que no merece. No hubo frustración en la búsqueda infructuosa del rey de Chipre, hubo modificación y adaptación, replanteamiento de medios y fines, lo que debe hacer toda persona cuando gestiona su agenda, sus pensamientos y, mucho más, un líder cuando dirige una empresa o cualquier otro grupo humano.
Para ello es muy útil procurar que la evolución inicial que establecemos de un jugador no se haga sobre el juego o las habilidades que arrastra, sobre su background, sino sobre la desviación preexistente respecto del modelo elegido entre ambos. Psicológicamente hablando, no es lo mismo señalar debilidades en el desempeño que reparar en la distancia que media entre el sujeto y el modelo, un modelo elegido con la sapiencia del instructor (estructuras anatómicas semejantes, capacidades apriorísticas asimilables) y el entusiasmo del aprendiz, ¿recuerdan la película Quiero ser como Beckham?
Este es también nuestro método, nuestro modelo: establecer expectativas realistas pero ambiciosas para los jugadores que eligen entrenar con nosotros, seleccionar entre ambos un modelo de jugador a imitar y trazar el camino que llevará a la versión más semejante posible del modelo para, desde entonces, centrarnos en el proceso, en cada etapa, como hizo Pigmalión mientras esculpía a Galatea: caminar hacia un destino por el mero gusto de hacerlo, trabajar duramente en la persecución de una idea, sin temer no llegar a conseguirla. No hay frustración si hay un camino. En todo caso habrá evaluación, adaptación y cambio. Y habrá un disfrute asociado que será nuestro principal motor, el premio que nos concede nuestra particular Afrodita o como quiera que se llame la diosa del amor al baloncesto.
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